AUN TENEMOS PATRIA CIUDADANOS: EL AMOR EXISTE

Hablar de amor es complejo, escribir sobre él, aun más. Sin duda si existe alguien sin autoridad sobre el tema soy yo, pero conocí una historia simplemente hermosa, de aquellas que dan esperanza, de aquellas de los tiempos idos. Una amiga, una buena amiga, conoció en una pista de baile a un joven llamado Pablo, con quien sólo bailó una vez, sólo una vez dejándola absolutamente flechada, no intercambiaron ningún dato referencial: direcciones, correos, ni números, algo lo impidió. Lo único que quedó de ese encuentro fue el aroma del otro, un recuerdo y un nombre. Una situación nada especial, nada extraordinaria, eso es indudable, lo entretenido aún no empieza. Adriana mi amiga acudió otra vez al mismo lugar, una semana después, a objeto de reencontrarse con Pablo, había planificado con detalle la situación: bailarían juntos, lo besaría hasta que la música dejará de sonar, sin embargo esto no ocurrió, buscó en cada rostro su sonrisa pero no estaba, con decepción regreso a su hogar, esperaba verlo.
Haciendo memoria otra amiga, Claudia, que acompañó en ese primer “encuentro” a Adriana, escuchó decir que trabajaba en un céntrico restorán como camarero, ella y sin aviso previo llamó pocos días después a este lugar preguntando por Pablo, por el otro lado del teléfono luego de esperar largos, muy largos minutos, quizás solo fueron segundos, contestó Pablo, quien no recordaba a ninguna Adriana… ¡¡¡era lo peor que podía decir!!!… a pesar de estas palabras que de forma nítida establecían una distancia infinita; Claudia decidió igualmente dejar el número del móvil de su amiga. Esta al enterarse de la situación sintió como el desprecio se transformaba en bofetada y hería su amor propio de una forma espantosa. No la recordaba, por tanto ¡no había extrañado ese momento!, semejante contraste, ella había visto su cotidianidad desaparecer en torno a su imagen y Pablo ni siquiera la recordaba, la oscuridad de esta amnesia, cual eclipse en mitad de un día claro ensombreció su corazón.
Pasaron algunos días, cuatro para ser exactos, cuando el teléfono de Adriana vibró (estaba en reunión) salió, no conocía el número, igual contestó, un joven de acento limeño la saludó, era Pablo y le contaba que al otro día estaría libre y que saldría junto a unos amigos, la invitó a sumarse… a sumarse!!! Rara sensación experimentó Adriana, armada de un valor que solo se encuentra, precisamente donde nunca hay nada, entre el corazón y los pulmones. Acudió junto a dos amigas a esta “no cita”, con más dudas que certezas, desde luego, de esto no se trata, en este juego existen reglas predefinidas, establecidas y normadas: son innumerable ritos que secuencialmente se ejecutan, pues ¿no era más lógico escuchar un?: “¿juntémonos a tomar un…?, oye, ¿qué tal si vamos a…?, sabes, conozco un café súper bueno, ¿te tinca sí….?” (Podría seguir dando ejemplos, más están muy bien resumidos en el “Breve manual para no románticos” Tomo II, Ediciones Imperio, pág. 230-259. Madrid, 2003). Llegaron al lugar señalado, ubicaron una mesa, eran tres cómplices amigas (pues ese valor tan recónditamente encontrado contó, con sabuesos ágiles que ilustraron el camino) hasta que al poco rato llegó Pablo, se paró afirmado junto a un pilar buscándola con la mirada, ella con falso desinterés lo esquivaba, se acerca a la mesa y con amabilidad la saluda, se re-encuentran, se re-conocen. Pausa eterna, aunque lo más probable es que sólo durase unos segundos, comenzó el dialogo, espacio de notable necesidad para descubrir al otro, permite sacarnos nuestras capas, nuestras mascaras: imágenes que proyectamos con las que nos defendemos. Después de la clásica descripción autobiográfica, para la ocasión resumida a un cumulo de extraordinarias cualidades, en que lo importante es diferenciarse, ser únicos, comenzó un súbito aumento del trabajo cardiorrespiratorio, las miradas se abrazaban.
A la izquierda de Adriana se encontraba Claudia quien había hablado con Pablo cuando él no recordó ese primer encuentro, al preguntarle qué había pasado, el puzzle quedó mágicamente resuelto: el llamado nunca había sido respondido por él, otro chico también mesero de igual nombre respondió la llamada, éste al suponer que el número anotado debía corresponder a su colega se lo entregó, recién en ese momento nuestro Pablo recibía noticias de esta hermosa niña de ojos gigantes que también lo había flechado.
Taquicardia, temblor en reposo y una hipertermia generalizada envolvió por completo a nuestra amiga, nunca la había olvidado, la recordaba al igual que ella lo hacía, a cada rato en cada momento, con esa sensación única que el amor deja, efecto permanente a diferencia del alcohol que solo nubla la visión, este sentimiento además entrega una vulnerable fortaleza, un estado de permanente agitación.
Esa noche se besaron, se besaron tanto que la despedida dejo un dolor dulce en el cuerpo.
Adriana y Pablo siguen bailando, se comenta que todavía sus corazones se abrazan al verse. Algunos dicen que pronto, muy pronto todo se acabará, otros que aún quedan razones para seguir soñando, seguir creyendo, creyendo en el amor.

Comentarios

. ha dicho que…
Comienza casi como una declaración de independencia...pero tu explicación casi onirica de la realidad, me conmociono...
Es un buen ejemplo para creer que existen los amores a primera vista...
Saludos
Beny