Para GLADYS: Un jardín entero

Por las calles de nuestra comuna fluye una larga historia de valentía y consecuencia. Parte de ella fue escrita por hombres y mujeres dignos, quienes estaban convencidos que los derechos de las personas no se piden como migajas, sino que se consiguen a través de la lucha y la unidad. Lo anterior queda fehacientemente demostrado en un libro fantástico que recibí hace muy poco. Herminda de la Victoria, autobiografía de una población, de los autores Víctor Muñoz y Patricia Madrid. Se trata de una profunda y honesta investigación que comparte detalles vividos por los pobladores.

“A la toma de terrenos llegaron distintas personalidades, como Salvador Allende –entonces presidente del Senado–, Volodia (Teilteiboim), Gladys Marín, Laurita Allende… todos ellos llegaron para apoyarnos, y evitar que los pacos nos sacaran de la toma de terreno”, recuerda Edilia San Martín.

No obstante, cada vez que la gente sencilla lucha por sus derechos, en Chile o en cualquier parte del mundo, la represión organizada se deja sentir. Las familias de aquélla mítica epopeya de 1967, la sufrieron en carne propia. Hombres, mujeres y niños fueron reprimidos en reiteradas oportunidades por la policía. “Ante esta incalificable agresión, la diputada Gladys Marín reaccionó indignada, y se trenzo en combate con un carabinero”, titulaba El Siglo frente a una de esas golpizas.

Qué tremendo ejemplo de la consecuencia de nuestra compañera, qué elevada muestra de su amor por nuestra clase trabajadora. Qué profundo contraste frente a la tibia actitud de nuestros actuales parlamentarios, tan inmaculados, tan perfectos, que apenas se despeinan para cobrar su dieta; intangibles, ingrávidos. Se pasan cuatro años pensando en sus próximos cuatro años, calentando el asiento de la singular democracia que los cobija.

Hace algunos meses, me crucé con una señora en la feria de Mapocho con Resbalón. “Yo también soy de izquierda, como la Gladys, que peleó aquí, con nosotros”, me comentó la mujer al reconocerme. Palpar a diario la impronta de Gladys sobre generaciones de chilenos que la identifican con su propia lucha, me impulsa a rendirle un íntimo homenaje. Pero cuando pienso en las flores que podría dejar en su tumba, las encuentro insuficientes, porque Gladys merece un jardín entero de rosas rojas. El homenaje permanente y verdadero que Gladys esperaría de nosotros, es no arriar la bandera de su lucha, es no olvidar a los trabajadores, es estar con el pueblo cuando el pueblo nos necesite. Las mejores flores que podemos cortar en su memoria, son los testimonios que nos brindan las anónimas personas, por las que ella, lo dio todo.

Comentarios

David Urbina Huerta ha dicho que…
Andando, vamos andando, recuerdo esta publicación. Falta poco compa!