Educación de Segunda Clase para los Pobres.

La crisis manifiesta que atraviesa la educación en nuestro país se explica en gran proporción, por las diferencias en el capital social de los diferentes hogares. Chile es un país horrorosamente desigual, en todos sus sentidos y eso afecta los resultados educativos de los distintos grupos de estudiantes. Un sistema educativo exitoso es aquel capaz de ser una palanca de cambio y transformación tanto en forma individual, para el educando, como en forma general para su familia e incluso población. Por cierto, en Chile las abismantes brechas entre estudiantes de clase alta y baja, son especialmente marcadas en el ingreso a la Educación Superior prueba objetiva son los resultados de la Prueba de Selección Universitaria (PSU), la cual no considera en su evaluación las profundas desigualdades que condenan todavía a cientos de miles de jóvenes a seguir postergados en la exclusión y la marginalidad.

La Universidad desde sus orígenes fue ideada para educar a los hijos de los Grandes Señores: oligarcas, latifundistas y acaudalados hombres del estado, buscando formas de dominación y explotación de los hombres sencillos como tantos que viven, disculpen sobreviven, en nuestras poblaciones.

Desde distintos sectores surgen voces que propician cambios imperativos, urgentes, necesarios. Alcaldes, concejales, profesores y sostenedores coinciden en que la educación nacional, especialmente la pública, está pasando por un severo déficit de calidad, lo esencial a mi juicio es dejar de reproducir las viejas formas de pensar educación como un hecho aislado, es producto de la salvaje exclusión, explotación y miseria a la cual nos conduce el modelo económico en el cual nos movemos, necesita cesantes en nuestras comunas pobres, necesita jóvenes drogándose y delinquiendo a nosotros mismos, necesita mujeres golpeadas y adultos mayores enfermos, por cierto le es imprescindible entregar una educación de segunda para los pobres.

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